16 de enero de 2012

El Pinsapar, un año más

Mapa del sendero del Pinsapar (© Editorial Alpina)
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Texto y fotos por Antonio Morales Benítez


Cualquier escusa es buena para volver a realizar la ruta del Pinsapar de Grazalema. Y mucho mejor si es para acompañar a unos amigos que no lo conocen. El caso es que, por un motivo u otro, se está convirtiendo en todo un clásico de estas fechas. Una tradición celebrar la llegada de un nuevo año por estos senderos. Aunque siempre se nos presenta como una experiencia nueva. Porque este misterioso bosque es uno de esos escasos lugares donde parece que el tiempo se ha detenido. Donde todo nos invita a estar, sin más. Una reliquia del Terciario, cuando el bosque subtropical tapizaba toda la cuenca mediterránea y norte de África, antes que desapareciera por las glaciaciones y el avance del desierto. Una pequeña parte de este bosque milenario se refugió agazapado en estas laderas de la sierra del Pinar al amparo de unas condiciones climátológicas únicas. Un ecosistema ideal, terrenos calizos, con la humedad y temperaturas óptimas gracias a las precipitaciones horizontales provocadas por la niebla que trae los vientos del Atlántico. Algo, sin embargo, que en esta ocasión no hemos tenido la ocasión de constatar debido a las escasas lluvias de estos últimos meses.

Como en otras ocasiones, nuestra ruta comenzó en la entrada habilitada en la cantera que existe junto a la carretera que conduce al puerto de Las Palomas. Tras un primer y exigente repecho alcanzamos el puerto de Las Cumbres donde es obligatorio detenerse para disfrutar de una magnifica panorámica para hacernos una idea de los atractivos de este parque natural. Tras ello continuaremos por un sendero sin grandes desniveles buscando siempre el bosque de pinsapos. Antes podemos visitar un antiguo pozo de nieve del siglo XVII incluido recientemente en esta ruta. La travesía de este bosque, siempre en penumbra, con escasa luz y baja tempertura, no deja de sorprendernos. Y caminando entre los numerosos troncos y ramas de árboles caídos, que no se retiran para mantener el ciclo natural, tomaremos conciencia de la armonía interna de la naturaleza. Finalmente, cuando llegamos al puerto del Pinar el sendero se convierte en pista forestal hasta la aldea de Benamahoma.