13 de agosto de 2014

Senderistas ubriqueños por el mundo: De Istán al Charco del Canalón


Texto y fotos por Juan Manuel Román García
El Charco del Canalón es uno de los parajes naturales más bonitos de Istán (Málaga) y que mayor interés suscita. Forma parte del Río Verde y es un lugar idílico para refrescarse dándose un baño. El sendero parte de Istán, desde el nacimiento que abastece a la población, la primera parte del recorrido, unos 6 km, son los más monótonos por la repetitividad del paisaje. Pasada la Vega del Río Verde, el paisaje cambia, siendo las huertas, el agua, las acequias y los árboles frutales de todo tipo (madroños, castaños, aguacates, cerezos, naranjos, granados) el paisaje habitual hasta el lugar que los lugareños conocen por El Canalón.

Istán es una pequeña localidad de la Costa del Sol, muy cercana a Marbella, pero que constituye una de las puertas del parque natural de la Sierra de las Nieves, con diversas opciones para senderismo y otros deportes y actividades en la naturaleza disponibles en su entorno durante todo el año.













2 de agosto de 2014

Senderistas ubriqueños por el mundo: la Serranía de Cuenca


Por Alejandro Pérez Ordóñez y Esther Carrero Fernández
El pasado mes de julio, entre otros destinos de interior, hemos tenido oportunidad de dedicar un par de jornadas a Cuenca y su provincia, y en una de ellas hemos realizado este recorrido a través del parque natural de la Serranía de Cuenca, visitando varios puntos de gran interés, empleando el coche para desplazarnos entre uno y otro, y desarrollando trayectos a pie especialmente en el punto más alejado de la capital: el Nacimiento del Río Cuervo.


Aún sin salir de la ciudad de Cuenca, ya podemos disfrutar del paisaje de la Hoz del Júcar en los primeros kilómetros del recorrido. Se trata de la opuesta a las famosas Casas Colgadas, que están suspendidas sobre el precipicio de la otra hoz de la ciudad, la del Huécar. El casco histórico conquense, de origen medieval, se encarama sobre el estrecho y alargado espolón rocoso que separa, por pocas decenas de metros, ambas hoces fluviales, en un paisaje dramático y romántico a la vez, rico de matices y diversidad de puntos de vista a cada paso de cualquier recorrido por la ciudad o sus alrededores.

Continuamos ascendiendo por la Hoz del Júcar hasta Villalba de la Sierra. Pero no nos detenemos en este pueblo. Un poco más arriba, tras algunas cerradas curvas, llegamos al punto desde el que se puede acceder, a pie, al Ventano del Diablo.




El breve sendero, bien pavimentado, nos conduce hasta una oquedad kárstica, a modo de mirador panorámico en este punto de la Hoz del Júcar, río que muestra un profundo color azul turquesa en sus aguas, de extraordinaria limpieza. Pero nos llamará la atención de inmediato un colosal rostro que nos contempla, petrificado, desde la pared rocosa de enfrente. Comprenderemos entonces de inmediato el porqué del nombre de este lugar, pues efectivamente, las grietas y oquedades en la pared kárstica han dibujado caprichosamente una cara, de aspecto malévolo y deforme, con algo de macho cabrío. Volveremos al coche impresionados por las formas que la erosión puede dibujar en las rocas y cómo éstas siempre han movido la imaginación de las gentes.


Estamos muy cerca de la famosa Ciudad Encantada, lugar donde llega a su máxima expresión este juego de la imaginación para reconocer formas y darles nombre en las rocas erosionadas de una extensión kárstica. No visitamos el lugar en esta ocasión. Advertir a los interesados que se encuentra en una finca privada cuyos propietarios cobran una entrada a los visitantes. De los horarios y cuantía podrán recibir información, como nosotros, en la oficina de turismo de la ciudad de Cuenca.

En cambio, continuamos, en paralelo al río Júcar, hasta llegar al pueblo de Uña y su laguna, que es uno de los paisajes más bellos y singulares de toda esta Serranía.



Se trata de un humedal creado por la naturaleza y moldeado por el ser humano. El arroyo del Rincón, afluente del Júcar, se embalsaba de manera natural por una barrera tobácea, creando una pequeña laguna con forma de trébol de unas tres hectáreas, que fue ampliada artificialmente en 1925 para abastecer el salto hidroeléctrico de Villalba de la Sierra (cuyas instalaciones habremos visto aguas abajo del Ventano del Diablo), dando lugar a la laguna actual, que es tres veces mayor que la original.

La cantidad y calidad natural de sus aguas propiciaron la construcción de la piscifactoría que aún trabaja en la producción de trucha común autóctona. Esta especie emblemática se enfrenta a la amenaza de la proliferación de la carpa, especie introducida que desequilibra el ecosistema con su voracidad hacia las puestas de huevos, tanto de anfibios como de peces, además de enturbiar las aguas al remover los fondos.




Dejamos atrás el pueblo de Uña, su laguna y su mirador, y continuamos la ruta en coche, internándonos en parajes con pinares cada vez más densos y roquedos abundantes y de formas a veces caprichosas. Poco después de la laguna de Uña veremos otra masa de agua, en este caso el embalse de la Toba, con zonas de merenderos, espacios acondicionados como "playa" interior con bañistas, práctica de deportes acuáticos, etc. El verde domina los paisajes, así como el profundo aroma de los pinos. Advertir que, a pesar de la anchura y buen trazado de la carretera, con muy buen firme, hemos de circular con precaución y sin alcanzar altas velocidades, como nos recomendarán las abundantes señales de peligro por la posibilidad de encontrarnos con animales salvajes. De hecho, en una de estas curvas, vimos un ciervo joven que saltó desde un talud y paseó por el asfalto frente a nosotros unos segundos, antes de desaparecer entre la maleza al otro lado de la calzada, obligándonos a frenar. Ya nos habían advertido que no condujésemos de noche por esta ruta, pues obviamente el peligro de encontrar animales es mucho mayor.


Algo más arriba, veremos a la derecha de la carretera este pueblo de pintoresco emplazamiento. Se trata de Huélamo, que al parecer tuvo su origen en el emplazamiento islámico de Walmu, y cuya ubicación, junto a una empinada peña con restos de fortificaciones antiguas, tiene un claro sentido estratégico y defensivo. Buen lugar para tomar fotografías de este núcleo de arquitectura típica serrana, de casas tan blancas como en Andalucía.


Pronto llegamos a Tragacete, que es una de las poblaciones principales de la zona, y una de las más recónditas. Aquí recomendamos comer, pues hay algunos establecimientos donde podremos degustar la gastronomía típica de la provincia conquense (con el mojete, el ajoarriero, el morteruelo y, por supuesto, la trucha serrana, como platos a recomendar). A poca distancia de Tragacete, que se sitúa en el corazón de una zona de pastos en lo más alto de la comarca serrana, se encuentran los nacimientos de varios ríos, especialmente el del Júcar. Estamos en uno de los principales nudos hidrográficos de la península Ibérica, muy cerca de los límites con las provincias de Guadalajara y de Teruel, donde también nace el Tajo. Pero nuestro objetivo principal será el origen de otro río, menos conocido: el Nacimiento del Río Cuervo, protegido con la figura de Monumento Natural. Para ello tendremos que seguir 13 kilómetros más adelante de Tragacete, cerca del pueblo de Vega del Codorno. El paraje está perfectamente señalizado desde la carretera y hay una zona de aparcamientos donde podremos dejar el vehículo a la sombra para comenzar el sendero a pie.


En realidad, el primer tramo del sendero está perfectamente acondicionado para el acceso a discapacitados, mediante una plataforma de madera, amplia y en perfecto estado, que hace muy cómodo y accesible a todo tipo de público recorrer los primeros metros hasta uno de los puntos más espectaculares del paraje: las cascadas.




Las cascadas del Rincón del río Cuervo son quizá el lugar cuya imagen ha sido más divulgada, aunque no se trata aún del verdadero nacimiento. No obstante, la caida del agua, frenada y multiplicada por las abundantes capas de musgo que cubren las irregulares rocas tobáceas extraplomadas del escarpe, convierte estas "cascadas" en una múltiple e irregular cortina de pequeñas gotas, que brillan frente a la oscuridad de las sombrías oquedades abiertas tras ellas en la base de las rocas, creando un paisaje de cuento fantástico, donde es fácil dejar volar la imaginación. Se trata, geológicamente, de una formación de tobas o travertinos, donde el carbonato cálcico disuelto en el agua se ha combinado con elementos orgánicos vegetales para dar lugar a un paisaje rocoso y vegetal muy singular. La multitud de matices de verde y la transparencia extrema de las aguas remansadas, que permite apreciar todos los detalles del fondo del cauce fluvial, completan el fresco y sugestivo panorama. Únicamente la advertencia de no tirar monedas al río, fruto sin duda de la insensata ocurrencia de numerosos visitantes, pone el contrapunto y nos hace lamentar la poca sensibilidad que por desgracia tienen algunas personas que acuden a entornos naturales de alto valor ecológico como éste.






Podemos seguir ascendiendo por el sendero, que sigue perfectamente marcado y señalizado (aunque por él ya no se podrá circular en silla de ruedas o con carritos de bebés, debido a la presencia de escalones y firme más irregular). El objetivo será el auténtico nacimiento del río Cuervo, que nos espera apenas 800 metros más adelante.





Seguiremos recorriendo en paralelo el cauce, de extraordinaria transparencia, hasta cruzarlo por un puentecillo y llegar a una explanada, con una encucrijada. Las señalizaciones no dejan lugar a dudas, continuaremos hasta el nacimiento, girando a nuestra derecha. Un poco más adelante alcanzaremos otra bifurcación, donde nace el sendero de La Turbera y se puede enlazar con otras rutas. Igualmente, seguimos hacia la derecha.





Ya quedan pocos metros para alcanzar el nacimiento. El sendero se introduce entre la vegetación, que forma una especie de túnel verde, que nos puede forzar a agacharnos ligeramente. Unos últimos escalones, algo más empinados que el resto, nos harán confluir en el final del sendero.





Aquí está el nacimiento del río Cuervo, que no es otra cosa que una surgencia kárstica, similar a los nacimientos que conocemos bien en Ubrique. Se sitúa en un punto de contacto litológico, entre las calizas y dolomías, del Cretácico superior, de la Muela de San Felipe, y una capa de conglomerados y areniscas, del Cretácico inferior, sobre la que descansan las primeras. La muela se encuentra totalmente fragmentada y perforada por diaclasas, lapiaces y sumideros por los que se sume el agua de la lluvia, alimentando el acuífero que no penetra más allá de la capa impermeable inferior de conglomerados y areniscas, de modo que fluye sobre ésta y sale al exterior en este punto, que es el de menor cota del conjunto. Aguas abajo, las aguas que llevan disuelto carbonato cálcico procedente de las rocas por las que ha circulado, fijan estos minerales en la vegetación baja del entorno, que con el paso del tiempo queda "petrificada", generando las formas geológicas llamadas tobas o travertinos, que conforman el paisaje singular de las cascadas del Rincón del Cuervo, del que hemos disfrutado en la primera etapa del sendero.







Sólo nos queda emprender el regreso, que se realiza a través del pinar por otra variante del sendero que transcurre por la orilla derecha del río, la opuesta a por la que subimos. Continuaremos, disfrutando de la flora y fauna del entorno, protagonizadas especialmente por multitud de mariposas que llenan todos los rincones. También veremos otros insectos, como odonatos, igualmente de espectacular colorido.








Alcanzaremos al final el aparcamiento del comienzo, cruzando una vez más el río por un puente de madera. Junto a él se encuentra una fuente, de rústico aspecto, en la que podremos abastecernos de agua fresquísima de la que abunda en esta sierra, para continuar el camino, ya de regreso a Cuenca por las mismas carreteras.


Recomendamos poner el colofón a este recorrido por la Serranía de Cuenca subiendo a uno de los más espectaculares miradores sobre la capital provincial: el Cerro del Socorro. Ruta que se puede hacer tanto en coche como a pie o en bicicleta, y que nos permitirá conocer la otra hoz de la ciudad, la del Huécar.


Así, saldremos de la ciudad siguiendo las indicaciones del Parador de Turismo, pasando, esta vez sí, bajo las famosas Casas Colgadas y el Puente de San Pablo, que cruza frente a ellas. Rodearemos el espolón rocoso sobre el que se asienta el Parador, antiguo convento de San Pablo, y empezaremos así a alejarnos del casco histórico de Cuenca, que quedará en la altura tras nosotros, mientras nos adentramos en lo profundo de la hoz. Para ciclistas y paseantes, la carretera, aunque estrecha, cuenta con el arcén habilitado como carril-bici. A pesar de ello, hay que circular con mucha precaución. Seguimos en dirección a los pueblos de Molinos de Papel y Palomera, cuyos cascos urbanos se encajonan en lo profundo de la hoz (siendo asentamientos casi trogloditas que se acurrucan entre las rocas, que incluso nos pueden recordar a Setenil) pero no llegaremos hasta ellos, pues antes encontraremos un desvío a mano derecha, de una pista forestal asfaltada, por la que deberemos continuar. La pista es estrecha, pero está en buen estado. Con fuertes rampas iniciales, comenzaremos a ascender por la ladera para ir paulatinamente ganando altitud y perspectiva sobre el entorno. Atravesaremos zonas donde la pista se encajona en el roquedo, con rincones donde probablemente nos encontremos con grupos que se dedican a practicar la escalada, el rápel y otras actividades. Más adelante, llegaremos a un mirador, desde el que podremos disfrutar de espectaculares vistas sobre la hoz del Huécar, con la parte más alta del casco histórico de Cuenca cerrando el horizonte.





Pero si seguimos la pista hasta el final, donde nuevamente habrá fuertes rampas y curvas cerradas, alcanzaremos el punto culminante del Cerro del Socorro, con una enorme estatua del Sagrado Corazón de Jesús, sobre un alto monolito, que domina la vista sobre la ciudad de Cuenca en varias direcciones. Desde aquí podremos ver la panorámica más completa de la ciudad, en vertical sobre la zona del Parador, la Catedral, las Casas Colgadas, etc., y contemplando también los barrios modernos al pie del alargado y estrecho núcleo medieval. Gran parte de la Serranía Media y otras tierras más llanas de la extensa provincia conquense también se pueden contemplar desde aquí.

Un magnífico colofón para nuestro recorrido por otra serranía, diferente a la rondeña que a los ubriqueños nos resulta familiar, pero semejante a ella por numerosos aspectos, como hemos podido observar, así como por estar hermanadas las ciudades de Cuenca y Ronda.